La Teoría del Caos - Chapter 1 - StrawBerry022 (2024)

Chapter Text

≻───── ⋆✩⋆ ─────≺

La teoría del caos...

En pocas palabras, nos dice que el resultado de un evento depende de diferentes variables, y debido a su complejidad no se pueden predecir. La precisión no se aplica aquí.

No importa el horario, o si falta un suave colchón, porque uno de los mayores placeres del mundo es cerrar los ojos e irse a otro lugar; uno que promete ser mejor ante la fría y agresiva realidad.

Y eso es lo único que él hace: dormir.

Desde que llegaron al escondite de Kiga, ese chico —si es que así se lo podría llamar— lleva horas deambulando entre la oscuridad de sus retorcidos sueños.

En cualquier caso, hay que rebobinar, para que esta información tenga sentido, porque Asa se encuentra abrumada por toda esta locura.

Antes de que Asa se viera involucrada con este pintoresco y desordenado grupo, estaba en la comodidad de su propio apartamento. Y todo se fue tan, pero tan a la mierda que no lo vio venir.

Hirofumi Yoshida apareció. Y él no fue solo: sus expertas manos sostuvieron, la mayor parte de su visita, una afilada katana, lista para atacarla si Asa hacía el mínimo intento de empezar con una guerra, para alborotar la tranquilidad de las calles de Tokio.

¡Qué risa!

No era necesario que una jovencita como ella empezara con ese mal hábito.

Una vez que Asa pudo darle nacimiento a una nueva y estrafalaria arma, para que Yoru pueda darle un excelente uso, el caos ya reinaba en la ciudad —por cuenta propia o por alguien más—, porque había comenzado a ser cubierta por las llamas; ardiendo en un absoluto desastre.

Momentáneamente, por supuesto.

Los medios de comunicación evitaban, como siempre, brindar esta clase de información para que los ciudadanos no entren en histeria, así pueden ser capaces de continuar con sus vidas carentes de emociones.

“¿Te enteraste? ¡Hubo otros ataques de demonios!”.

“¿Qué importa? No es nada a lo que no estemos acostumbrados”.

“Voy a trabajar porque mis cervezas no son gratis”.

Los chiquillos, que son el futuro del país, tienen sus propias responsabilidades: deben asistir a clases; a saturar sus mentes de información y ser los próximos esclavos de la sociedad.

Ratones de ciudad. Eso es lo que son. Todos los humanos, sin excepción. Ratas que se adaptan a vivir en la mugre que deja la muerte.

Igualmente, reinaban las teorías: se escuchaban por los callejones, iban de boca en boca como el más riquísimo chisme del día.

Asa siempre ha odiado esa sensación de estímulos porque le cuesta pensar, como si deseara estrellar su cabeza contra una pared al azar mientras se dirige a la escuela.

La escuela… Sin darse cuenta, ella fue dejando esa rutina. No importa cuántas veces apoye su frente contra el concreto, no tiene el poder suficiente para que la demencia del mundo se congele.

Kiga también apareció de la nada, cuando Yoru atesoraba el control del cuerpo de Asa; el deleite por este nuevo escenario pasó sin pena y gloria por culpa de su hermana.

La maníaca de la comida podría estrechar las manos con Yoshida por esa extraña habilidad de invitarse solita a una fiesta, pero, aparentemente, esos dos no se soportan. O eso es lo que Asa intuye cuando la escucha hablar. No hay sólo un timbre apagado y robótico en la voz de Kiga; hay un poco de, ¿molestia?

En fin, por ahora, esto no es de la incumbencia de Asa. Lo único que a ella le importa es Chainsaw Man, y recuperar su propia autonomía, claro.

Así que, es un golpe de suerte que Kiga haya obtenido información que vale millones de yenes.

¡Sabe dónde está su salvador!

Entonces, en sus delirios de ser una perfecta heroína, Asa logra formar un acuerdo con Kiga.

Lo que pintaba para ser una misión rápida y fácil, terminó volviéndose en un lío tremendo.

¡No olvides porqué estás aquí! Asa se recuerda por centésima vez, ganándose un nuevo insulto de Yoru por saturarla con esos tontos ideales. ¡Para salvarlo!

Se supone que sus poderes se han elevado magistralmente. Los ciudadanos de Japón, en medio del reciente caos, deben de temerle a Yoru. Y mucho más que antes. Ese terror se irá expandiendo como una peste alrededor del globo. El inminente pánico a las guerras junto a su creatividad en armas, son una bomba de destrucción masiva.

Asa puede hacer esto y más. Este es su destino. Así es como deberían suceder las cosas: ella luchará y salvará a ese demonio.

¿Y después qué?

No ha tenido la oportunidad de sentarse a meditar por su futuro. La idea de asistir a una excelente Universidad, no sabe si ya debe olvidarse de esa meta, o cumplirla a toda costa.

Todo está sucediendo tan rápido, que su cabeza sólo se ha estado llenando de motosierras; viviendo y disfrutando su presente porque, ¡eso es lo que le importa ahora!

Cuando tuvo la mala suerte de tropezar, Asa sabía que su sonrisa desaparecería poco a poco. Esa alegría fugaz, de haber creado un perfecto armamento con su fondo académico, duró el mismo tiempo que una llama de un fósforo.

¿Nada bueno le puede pasar?

Kiga invocó a un demonio y le dio la orden de matar, pero éste sólo agitó sus alas. No sólo fue ágil al destrozar las armas de esa gente, sino que hizo lo mismo con sus ropas.

No…

Ni de cerca fue intrépido. Al contrario, fue un chiste. Un ataque incensario.

¡Pervertido! Le hubiera gritado Asa y, sin querer, se quedó tan impresionada por ello que sus ojos captaron la desnudez de esos tipos. ¡Ah!

El demonio fue nombrado como Guillotina. Un pajarraco de gran tamaño. Tan grande que su cuello se doblaba porque su cabeza chocaba contra el techo; también corría de una forma ridícula, si es que ya la de Kiga no era peculiar, para decir menos.

Abriéndose paso ante el personal de las instalaciones de Seguridad Pública, Asa recuperaba una pizca de su confianza, hasta que otros se unieron; había caras conocidas entre todo este alboroto.

Otra molestia.

Y Kiga no había comentado nada al respecto.

¡Típico de ella!

A Asa no le interesaba si Haruka la expulsó de su insignificante club de cazadores de demonios. Pero este imprudente tiene un genuino interés hacia Chainsaw Man. Su excusa de andar corriendo tras ella. Un fanatismo que no ha demostrado a la ligera, cuando estuvieron durante esos días en el acuario. Ahora lo estaba reafirmando con intensidad.

Su yo del pasado podría mostrarse asqueada ante alguien tan patético como Haruka Iseumi, incluso, ella se burlaría, pero, ¿actualmente lo haría?

No.

¡Claro que no!

Aquella colección de poemas, que Asa ideó, es muestra de que no es sólo otra fan. Entonces, sus intereses junto a los de Haruka son parecidos y diferentes, por más contradictorio que suene.

Si ya no tenía suficiente con aquel trío, cuando un dúo de demonios hizo su entrada, Asa ya no sabía qué esperar. Había intuido, si cometían un error, esta misión sería más complicada de lo esperado. Y aquí están las consecuencias.

Sus pseudos enemigos vinieron mostrando cierto nivel de obediencia hacia un viejo de SP que, lastimosamente, terminó siendo una escoria. Sin duda, estaban a punto de tener una violenta batalla, de no haber sido por ese cobarde que fue a buscar refuerzos: una mujer esbelta con un parche en uno de sus ojos.

Asa no poseía tanto tiempo para hablar con esa mujer demoníaca. Al menos, demostró que no tenía fuertes intenciones de pelear. Lo dejó en claro cuando vio aquella cabeza llena de cabellos rubios.

Si ellos se conocen de otro lado, Asa carece de esa información. Sin embargo, si todo sale mejor de lo esperado, podría preguntárselo, una vez que terminasen de unir las partes desmembradas de la forma humana de Chainsaw Man.

Pero antes, tenían que escapar.

Se podría decir que el rescate fue todo un éxito. Asa consiguió inflar su necesidad de ser útil pero, durante la mayor parte del tiempo que duró la huida, se mantuvo en silencio. Iniciar una conversación resultaba incómodo y estúpido.

¿Qué podría decir?

Al fin y al cabo, Denji nunca le mintió sobre su identidad secreta. ¡Él era Chainsaw Man!

Esta nueva información es dolorosa. Y ella, ahora, quedó como una verdadera tonta.

Sus ojos se enfocaron hacia delante, donde el cuerpo de Denji colgaba contra la espalda de otro porque estaba siendo cargado como un costal de papas.

¿Seigi se llamaba?

Resultaba muy extraño, y no tanto, que Denji no haya despertado. Sin siquiera dar señales de hacerlo pronto

Asa está nadando entre sus dudas. ¿Debería preocuparse? ¿Por cuánto tiempo le estuvieron haciendo esas horribles cosas?

Lo trataron como un pedazo de carne. Jugaron con él y su cuerpo.

Asa retiene el reflejo a causa del vómito, al imaginarse siendo una testigo: viendo cómo cortan una y otra, y otra vez, cada miembro de Denji, para luego, meterlos en diferentes cajas. No quiere saber si él, en su inconsciencia, habrá sentido todo el dolor mientras los médicos hacían su trabajo.

Suspirando, Asa prefirió enfocarse en llegar al apartamento de Kiga. Al menos, en ese lugar, podrá relajarse con un delicioso baño.

Merece un descanso. Se lo ha ganado.

¿Verdad?

Es un sueño.

Una pesadilla.

Una parte de ella se negaba aceptar esta nueva realidad. Que Denji haya resultado ser Chainsaw Man es tan fastidioso. Se siente estúpida porque, durante todo este tiempo, su corazón ha estado anhelando al mismo chico.

Humano o demonio, ¿qué importa?

Su previa preocupación estaba desapareciendo para dar paso a la furia. El recuerdo, no tan lejano, de cuando él la plantó en la segunda cita estaba regresando con toda su fuerza. Su mente le recitó una infinidad de pensamientos negativos respecto a este rubio revoltoso: La primera vez que se vieron en la terraza escolar. El trato que Denji le dio cuando ella se acercó —con oscuras intenciones— para arrastrarlo al acuario. Lo que vivieron allí y ese leve enamoramiento que siguió creciendo en su interior.

¡Como lo odio! Asa piensa, intentando mantener fija su mirada a la televisión. Su única mano arruga la tela de su larga y sucia falda escolar cuando, inesperadamente o por mero reflejo, sus grandes ojos lo capturaron.

A él.

A Denji.

Al somnoliento e inocente rostro de un adolescente, sin rastros de sangre y motosierras saliendo de su vacía cabeza; sin esa tenebrosa apariencia del infierno. Aunque ahora había una expresión de dolor en él, una con la que Yoru se regocijaba en diversión.

Y Asa no podía hacer nada para evitarlo.

¿En qué momento?

Cada vez le está resultando menos dificultoso tomar las riendas de su cuerpo, tirando de unas correas como si fuera su corcel.

Su esclava.

—Admítelo —Yoru le dice, una sonrisa engreída que la empuja a mostrar sus dientes, deformando su rostro—, querías castigarlo porque te dejó abandonada. Deberías darme las gracias, en vez de odiarme.

Su anfitriona le da una mirada de muerte cuando sus reflejos se encuentran en el espejo del baño, pero los ojos diabólicos de Yoru hacen que Asa reflexione. Y algo profundo le causaba dolor.

¿Abandonada?

¿Castigo?

Podría darle la razón, claro que sí, porque hay una gigantesca necesidad de reclamarle a Denji, pero no de esta manera salvaje. La violencia verbal se apega más a su personalidad.

Él era el chico más idiota que Asa haya tenido la suerte de conocer. Es mitad demonio o lo que rayos sea. Y, sobre todo, es una molestia que le afectara tanto su presencia. Llegando al grado de que, realmente, no le importa que la haya dejado plantada mientras se encuentre a salvo y cerca suyo.

No debe ser normal pensar de este modo. Para ella, Denji es un completo desconocido en su vida y viceversa. Y no puede evitar preocuparse.

Incluso, fue una sorpresa que Denji mostrara lo mismo cuando notó que le faltaba un brazo. Hasta pareciera que fue lo primero que vio cuando sus ojos se abrieron

Algo está mal.

¿Pero qué será?

—Si realmente ese tipejo te importara —Yoru interrumpió su meditación—, no lo sé, le hubieras alcanzado unos cubitos de hielo para sus pelotitas.

¿Cómo se atreve a bromear?

Después de que ese sujeto de las katanas y Yoru, tuvieran la loca idea de brindarle un par de rompe huevos, Asa creyó que Denji la odiaría, en cambio, le suplicó que lo ayudara a buscar a una tal Nayuta. Así, posiblemente, al encontrarla sana y salva, él puede volver a su normalidad.

Y Asa también, ya que le prometió que pelearían.

Denji se encontraba abatido cuando llegaron a su antiguo complejo de apartamentos. Las llamas se limitaron a dejar restos de lo que una vez fue ese lugar, al que él llamaba hogar; donde sus mascotas y Nayuta existían en su vida diaria, siendo una familia.

Quitarle lo poco que Denji ha conseguido equivale a volverlo loco. Sorpresivamente, está regresando a esa triste época, donde no tenía absolutamente nada de valor ni a nadie que le mostrase una migaja de afecto.

Nayuta es un demonio. Ha sido capaz de dar señales de cariño, no obstante, carece de la fuerza necesaria para valerse por sí misma, frente a una sociedad que la quemarían igual a una bruja. Gracias a los dioses tampoco resultó ser idéntica a Makima, aunque él siempre se mantiene en alerta. El trabajo de crianza es más complicado de lo que parece, y Denji se ha estado asegurando que el fantasma de aquella pelirroja no los persiguiera a ambos.

Esta nueva niña merece tener una nueva oportunidad de vivir.

Había tantos planes. Un futuro prometedor. Llevarla a la universidad era una prioridad, y ha estado ahorrando para que ese sueño se convierta en una realidad.

Ahora no le queda nada.

Ni siquiera le da importancia a lo que esa chica le dice. Denji se enfoca en apartar los escombros, buscando alguna pista, que lo guie hasta dar con el paradero de su pequeña hermana.

Nayuta es lo más importante, se recuerda. Debo encontrarla.

Yoru era la peor opción para consolar a alguien. Era consciente de su falta, no por nada, Asa tuvo que intervenir; mostrando genuina empatía.

Denji intentaba no perder los estribos, pero cada maldita palabra que ella le decía, lo hace enfurecer. Le pateó la entrepierna y después intenta consolarlo, ¿qué rayos le pasa?

Debe estar loca.

—¡Transfórmate y lucha conmigo!

Uh, joder, claro que lo está. ¡Debí imaginarlo y darle la razón a Nayuta!

Denji ya no lo pone en duda. Además, ya no tiene un motivo para jalar el cordón de arranque. Todo a su alrededor se vuelve una basura cuando las motosierras aparecen. Al igual que andar con el estómago vacío.

Fue lo que insinuó Kiga. Y Asa le siguió la corriente, deseando que comer haría sentir mejor a Denji.

Qué equivocada estaba.

Tal vez sea Asa quien esté recibiendo una penitencia.

Él la estaba castigando después de todo.

Asa había mirado fijamente los labios de Denji, antes de sentirse asqueada y murmurar unas cuantas palabrotas para sí misma, cuando él pidió una gran bandeja llena de sushi.

La mesera mostró una actitud educada, acorde a su labor y tomando nota de los pedidos. No pasaron muchos minutos cuando volvieron a verla, sólo que esta vez venía cargando unos cuantos platos entre otros aperitivos.

Estar en compañía podría ser agradable. Salir y recorrer la ciudad tampoco sonaba mal. Pero Asa no sólo se mostraba incómoda, había algo más que Denji no puede ver. O no quiere hacerlo.

—¿Por qué no comes?

Asa hace un gesto desagradable con su boca. No le gustaba que, precisamente, Denji se sentara a su lado, luego de las disputas que tuvieron hasta llegar aquí.

—No quiero —Asa intenta hablar con tranquilidad, pero al tenerlo tan cerca, pierde el poco autocontrol que le queda—. ¡Creí que fui clara al decir que no me gusta! ¡Prefiero morirme de hambre antes de tener que comer esta porquería!

Denji la observa entre aburrido y enfadado. No olvida lo que ocurrió en el acuario, cuando ella se mostraba arisca con los peces y, al final, terminó devorando uno frente a sus ojos. Al parecer, eso no volverá a ocurrir, ya que la actual situación es muy distinta, aunque la irritación que hay entre ellos sigue estando.

Los otros están más atentos a sus propios platos para prestarle atención a ellos dos.

—Eres una quisquillosa de primera —comenta Denji, a medida que juguetea con sus palillos, antes de llevarse un trozo de sushi a su afilada cavidad—, o nunca has pasado hambre de verdad, sino, no entendería tus malditas quejas.

—Tengo mis preferencias, nada más. ¿Eres tan raro que ni siquiera tienes una?

—Cuando se trata de comida —él traga, sonríe con malicia al verla, porque ella parecía estar a punto de vomitar—, me gusta comer de todo, coletas. No soy tan exigente como alguien que conozco.

Por supuesto que Asa no lo pone en duda. ¿Cómo olvidar cuando tragaron estrellas de mar?

Kiga podría asentir, mostrando que está de acuerdo con él, en cambio, era la única que comía igual o peor que un animal; haciéndose notar que no es una persona de culto, sino otro demonio más del montón: grotesco, guarro e indómito.

¡Un animal!

—El sushi es delicioso. Tú te lo pierdes —Denji parece pensativo—. Bah, ¿por qué me preocuparía por una malcriada como tú? ¡Mientras tú no comas, mi estómago es el ganador!

¡Maldito! A Asa le encantaría gritar y arrojarle su propio plato de comida; el sólo tener esa cosa delante suyo, consigue hacerla sentir fatal. No faltaría mucho para que su rostro pierda color.

O puede hacer algo mucho mejor: levantarse de la mesa para poder encajarle un par de golpes a este idiota.

¿No se da cuenta que ella está siendo amable?

Venir a este insípido restaurante de mariscos sólo para que él pueda satisfacer su necesidad, a sabiendas que ella no comparte su gusto, ¿no significa nada?

¿Este chico no es capaz de notar las señales?

Si eso no es un acto de gentileza. Asa no sabe qué carajos es.

Pero no era amor. De eso está segura.

Tal vez podría convertirse en el futuro. Ese pensamiento estuvo vagando en su cabeza durante estas últimas semanas.

¿Cómo podría?

Hay tantos obstáculos. Tantas razones para que se mantengan alejados del otro, pero el destino es tan caprichoso que termina juntándolos.

Tal vez podría aprender amarlo. Está delirando ante tal imagen. Esto será otro de sus sueños incumplidos.

Atrapados en un libro de posibilidades porque nunca serán una realidad.

—Ey, mírame un poco, ¿quieres?

—No.

—Oh, vamos, Asa. ¡Te prometo que será genial!

—No —ella le repite—. ¡Vete a la mierda con tus juegos!

—¡Vaya! ¡Esa sí que es una boca sucia!

—¡Cállate ya!

—Está bien, está bien. Lo haré si te das vuelta. Mira hacia aquí.

Suena bastante fácil, e igual de frustrante.

Hazlo, así deja de molestarte.

Asa gira la cabeza a su izquierda, con su boca levemente abierta, cuando Denji la había llamado otra vez, con una voz lastimera. Antes de darle una oportunidad de que ella soltara otras de sus pesadas frases, su boca se llenó de un sabor que conoce muy bien. El vinagre, el arroz y… ugh.

—¿Lo ves? —Denji le muestra sus dientes—. ¡Sólo tenías que tragar sin masticarlo!

Asa aun parece fuera de si. Con las mejillas medio abultadas.

Denji es tan impulsivo que encuentra la situación de lo más divertida. Haciendo un escándalo con sus risas. No tiene idea lo qué acaba de hacer.

—Esa chica tiene cara de que irá a…

—A matarlo, ¿no? —Haruka completa en lugar de Seigi—. Mejor sigamos comiendo.

Nobana, que estaba sentado entre medio de ese dúo dinámico, con el que comparte actividades extracurriculares, emite un pequeño grito.

—¡Algo terrible pasará! —Apunta a la pareja de adolescentes que estaban del otro lado de la mesa, frente a ellos—. ¡Invocará a un demonio!

—¡Que sigas comiendo! —Haruka le ordena—. ¡Además, no tenemos otro lugar a donde ir!

—Lo sé, pero-

—Estúpidos mocosos, ¿no pueden callarse?

¡El viejo yakuza!

—Siéntate, de una vez por todas, niño. Y come.

No era un niño al que le deban enseñar. Aparentaba ser de cristal, nada más, pero resultaba un fastidio estar con todas estas personas. De todos modos, Nobana le obedece, en completo silencio. No quiere descubrir lo que puede llegar hacerle ese hombre si le lleva la contraria.

Bueno, a Denji parece que no le interesa seguir hablando y ser una molestia para uno de sus némesis.

Katana aprieta la mandíbula. Ya tendrá su momento de patearle el culo en honor a su fallecido abuelo. Ahora le toca soportar las estupideces de ese chiquillo mientras discute con esa perra caprichosa.

—¿Todavía puedes hacer esas expresiones? —Denji cuestiona casi aguantándose las ganas de seguir riendo.

No.

Asa no puede llegar a amar a un tipo como él. Ni ahora ni nunca.

Hasta aquí llegó el respeto que le tenía a su héroe.

¡Se acabó!

Fue una pérdida de tiempo ceder ante los deseos ajenos. Tendrían que haber ido por Nayuta, pero no, ahora se encontraba escupiendo el resto de sushi que le quedó en la boca, entretanto, Denji suelta otros malos chistes.

¡Tremendo sentido del humor de mierda que tiene!

—¡Es la única cara que tengo, estúpido! —Asa brama con el ceño fruncido y tosiendo un poco. Al notar varios ojos sobre ella, se pone de pie y su voz sigue elevándose—. ¡¿Sabes qué?! ¡Cómete toda esta basura y no me fastidies más! ¡Me largo!

En contra de su usual comportamiento, Denji le dice:

—¡Qué te vaya bien!

Nunca había escuchado un portazo como el que acaba de dar Asa Mitaka al irse del restaurante. No sabe si ella lo escuchó.

Qué importa, ¿no?

A él no le importa.

Aquello que le dijo ese tipo, mientras visitó esa secta, ahora tiene mucho sentido.

Ella no me interesa. Sus dientes estrujaron el alga, y la suavidad del arroz se adentró en su lengua. Se puede ir al diablo. No es importante para mí.

—¿No harás nada?

Denji hizo una pausa, mirando al nieto del viejo que convirtió su vida en un completo calvario.

Genial.

¿Ahora tenía que escuchar un sermón?

Ese era el trabajo de Aki, no tuyo. Aunque podría sacarle provecho a su favor, pero su actitud conflictiva se lo impide. Verlo le hace revivir el pasado.

Así que, con una nueva sonrisa sarcástica, pero tensa, Denji busca explicaciones:

—¿Debería? ¿Desde cuándo te preocupas por un par de pendejos, eh?

—Cada día odio más a los adolescentes —le suelta, sirviéndose un poco de sake—. ¿Esa mocosa no es tu novia?

Otra vez con eso.

¿Por qué asumen que comparten una especie de relación con tintes amorosos?

Una pareja… Suena ridículo que lo sean. Ellos dos no se llevan bien. Ni siquiera tienen algo que los una. No existe nada. Y siempre están peleando por tonterías, justamente, lo que ocurrió.

Otra vez.

Pero Denji se siente, ¿culpable?

Un mal presentimiento está naciendo en su interior, esa voz le dice que debe ir tras ella antes de que le suceda una desgracia. Piensa en su brazo, el que ya no está; el que…supuestamente, le arrebató aquel idiota.

A Aki también le faltaba un brazo, y después pasó…

No.

Su diestra se detiene sobre la tela de su camiseta sin mangas, arrugándola con fuerza. ¡No pienso hacerlo otra vez! Cada vez que se niega a dejar este lugar e ir por Asa, su pecho se contrae; aprieta la tela en ese lugar, sintiéndose más pesado porque los latidos de su corazón, simplemente, eran sinónimos de problemas.

Siempre es así.

Son malos sentimientos. Odia el revoltijo en su vientre, tanto que está a punto de vaciar su boca —tal cual como Asa hizo— toda la comida que ha estado disfrutando. Y ahora sólo le sabe a basura.

Lo que ella le dijo antes de irse.

“¡Cómete toda esta basura y no me fastidies más!”.

Con esa frase en su cabeza, Denji casi se ríe de si mismo. Su boca recuerda muy bien el sabor a la mierda. Y fue tan estúpido al creer, que algún día, se olvidaría del gustillo. Él es una mierda de persona, ¿a poco no?

Entonces, un pedazo de mierda andante, no merece otra cosa más que eso.

Mierda.

Basura.

Carne podrida.

Y aun así, se niega a volver a sufrir. Es más sencillo que Asa se aleje, a que él mismo lo haga.

—Ella no es mi novia.

La respuesta breve de Denji no lo convence, entonces, sigue insistiendo.

—¿Y se puede saber por qué?

¿Acaso Denji le debe una explicación?

¿Y por qué carajos necesita sacarlo de su sistema?

No entendía. Casi se siente desesperado. Estos asuntos los discutiría con Aki, pero él ya no está.

—Asa dijo…eh…no… No lo sé. Yo no… —Denji se traba con sus palabras. Un par de segundos, encuentra un tono adecuado para dialogar—. Asa me odia, ¿de acuerdo? ¿Cómo se te ocurre que nosotros somos una maldita pareja?

Que el Sr. Katana sea capaz de reírse, era lo más raro que los ojos de Denji pudieron ver.

—Ya entiendo para dónde van los tiros —determina con autoridad, pero no ha terminado—: Estás castigándola.

Sí, bueno, ¿qué tiene de malo?

De vez en cuando, revertir los roles es satisfactorio. El lado retorcido de su personalidad, le ha estado gritando, desde hace bastante, que debía darle una lección. Finalmente lo ha conseguido.

Pero…

No se siente lleno.

Detesta tener que admitirlo, pero ni la comida consiguió saciarlo.

Se niega a enamorarse de esa arrogante. No vale la pena intentarlo. Y no necesita pensar en ello.

Y lo hace porque es así de patético.

Perdedor.

—Tu venganza está siendo ridícula, niño.

Bueno, ya, esto debe detenerse ahora.

—¡¿Con qué cara me hablas de venganza cuando me pateaste las pelotas?!

—¡Exacto! ¡Deberías seguir mi ejemplo y peleemos de una puta vez!

El cuerpo de Denji comenzaba a sentirse caliente, aunque no le apetecía liberar sus motosierras, no puede evitar sentirse como si los dedos le temblasen, por desear tironear del cordón que lo une a Pochita.

Tíralo.

Jálalo.

Haz un caos.

Mata, y que todos ardan con las llamas del infierno y violencia.

Todo huele a sangre. Todo explota en ira, pero el tono escarlata sólo estaba en su mente.

Necesita salir.

—¡Púdrete, viejo imbécil! —le grita Denji, de la forma más maleducada posible, sin agregar otras pésimas palabras.

Nunca se había sentido tan idiota como en este preciso momento.

De acuerdo, ha tenido peores experiencias, no lo negará, pero la forma en que Denji se mostraba tan…distante y burlón, con intenciones de lastimarla, le creaba una horrible sensación.

Y duele.

Asa llevaba unos cuantos minutos mirando las nubes: algunas eran blancas, enormes y esponjosas; otras iban de diferentes tonos de grises. No ha visto el pronóstico, pero no se sorprendería si llegara a llover. El agua podría limpiarla y suavizar sus malestares.

Se equivocó, tanto. Ha creado una imagen errónea de Denji, y eso le está pasando una dura factura. Se volvió una idiota, igual o más que él.

Cuesta un poco aceptarlo. Estuvo tratando de mantener una fachada de indiferencia para los demás, pero pierde los estribos cuando Denji está cerca.

La hace enojar tanto que, si ella fuera un frasco de perfume, su aroma pasaría de ser dulce a agrío en una milésima de segundo.

—¿Pensaste que ese delincuente te daría las gracias?

No.

Bueno, sí, Asa esperaba un poco de gratitud. Apenas recordaba lo bien que se sentía cuando alguien mostraba interés en ella. Y ese es el problema; su principal raíz que crece en frondosos tallos, teñidos de aprietos. Ha pasado los últimos años viviendo y pensando en ella misma, que no sabe cómo lidiar, correctamente, con la pérdida y tristeza del resto.

La angustia por la que él está transitando, Asa sabe cómo se siente.

La culpa.

El miedo.

—Déjame tomar el control y terminemos con esto, Asa.

No ha pasado ni veinte minutos desde que abandonó el restaurante, que Yoru no para en torturarla. Durante estas últimas horas se ha puesto más insoportable. Pues, claro, ¿cómo no lo estaría?

¡Si ya tiene a su archienemigo tan cerca para patearle el culo!

¡Es hora de pelear!

—¡¿No puedes mantener el pico cerrado?!

—¿Ahora hablas sola?

¡Mierda, ¿por qué tenía que aparecer?!

Usualmente Asa se sonroja por muchísimas cosas, pero con Denji, el calor de su rostro se sentía diferente. Y peor, claro está, porque él estaba a pocos pasos de distancia. Seguir la luz del Sol en el cabello de él, sin duda, era una aventura visual.

No quiere ilusionarse, pero, si ella no estaba del todo ciega podía ver la preocupación en el agotado rostro de Denji, aunque no está del todo segura. La necesidad de preguntárselo, o que él mismo abra su bocaza para admitirlo, sonaba tentadora.

Asa toma todo su autocontrol para no hacer una locura. Debe morderse con fuerza la lengua y evitar gritar. Si sigue así, no sólo se quedará afónica, sino que su peligrosa lengua, se sumará a la lista de sus pérdidas.

¡Pero él sigue achicando la distancia!

Casi quiere suplicar que se vaya y la deje sola.

Ya no quiere sentir ese nudo en su pecho por temor al rechazo y, después de tanto, se podría decir, que estaban solos.

Al demonio, su carácter descastado es más fuerte. Ha estado arriesgándose por salvarlo. Merece ponerlo en su lugar.

—¡¿Qué haces aquí?! —Asa chilla ofendida, mirándolo a los ojos, lo cual le altera los nervios, entonces, prefiere mirar hacia la calle—. ¡Dijiste que ibas a comer por horas! ¡Me lo refregaste en la cara! ¡Vete!

Un minuto de tranquilidad era mucho pedir, pero comenzaba a ser ridículo como su cuerpo reaccionaba cuando Denji se para a su lado.

El dorso de la zurda de Denji acarició la manga del cárdigan de Asa, allí, donde ya no existe una mano ni un brazo. Sólo hay tela arrugada y vacía porque nada la llenará. Se siente como tocar una piel transparente.

A ella no parece afectarle la falta de ese miembro. A Denji menos.

Sus ojos van escalando desde ahí, llegando al perfil de Asa. No es impactante que ella no quiera mirarlo.

Es curioso como él podría odiar las llamas de lo que fue ese incendio, pero le gustaba mirar lo roja que puede ponerse esta chica. No era la primera vez que lo hace. Tampoco está seguro si esta será la última vez, o si habrá otra, siquiera.

No tener la certeza lo asusta. Las posibles respuestas también.

¿Desde cuándo esos sentimientos existían?

No compartimos nada, demonios. Denji aparta su mano, sin querer, la manga de Asa se sacude, como si una brisa la hubiera soplado.

¿Seguirán creciendo?

Es la primera vez que siente terror cuando se trata de enamorarse.

Todo queda en silencio, hasta que Denji vuelve hablar, parece curioso y preocupado:

—¿Por qué no te fuiste, tonta?

¡Tú eres el tonto! ¡¿No ves que estoy haciendo todo por tu bien?!

Asa pensó que ninguna otra cosa podría sorprenderla. En fin, que él haya formulado esa pregunta, demostraba lo contrario. Debería quedarse callada. Sería lo más sensato e inteligente porque, el haber abierto la boca, le trajo esta incomodidad.

Y, de igual manera, necesita expresar sus sentimientos.

—¡Me fui a tomar aire! ¡Ahí apestaba por culpa del pescado!

Qué nariz sensible tiene.

—Ya lo creo, pero cuando alguien dice “largarse”, ¿no se supone que será un viaje largo?

Asa lo mira incrédula, y el rubor no ha desaparecido; sigue aumentando porque él está sonriéndole. Su sentido del humor es raro. Es patético y dulce que haga el intento de hacerla sentir bien.

—En serio, Asa, deberías comer. Dijiste que me ayudarías con Nayuta. ¡El viaje puede ser largo y necesitas energía!

¿Por qué?

Realmente lo odia.

Lo odia con todo su ser.

Hay muchos colores. Cuando logran hablar de este modo, un arcoíris se forma. Los tonos rosados y rojos terminan resaltando más que los otros. Un precioso y brillante rubí.

—No tengo hambre. Déjame tranquila.

Asa pudo sonar desinteresada, como hace siempre, pero el vínculo escarlata sigue flotando entre los dos. El pensamiento de compartir un futuro con alguien como él, la embriaga tanto que lo detesta.

Era asfixiante.

—Ven conmigo.

Incómodo y largo silencio. Asa comprendió que no estaba delirando: Denji le estaba tendiendo una mano, como una invitación cordial para hacer las paces.

—¿Por qué no lo entiendes? Quiero estar sola, lo digo en serio y... —Asa se detuvo abruptamente, al saber que eso no le conviene. Tiene que mantenerse cerca. A regañadientes, pregunta—: ¿A dónde rayos quieres ir, Denji?

—¡Pues, a comer, buuuuuh!

Maldita sea.

¿Estaba hablando en serio?

—¡No pienso entrar de nuevo! ¡Olvídalo!

—¡Nunca hablé que íbamos a regresar con esos chiflados!

Uh, wow.

Parece un poco anticlimático que estén hablando como si nada hubiera sucedido. ¿Sus interacciones siempre serán así?

Pero, aun así… La mente de Asa voló sobre las escasas posibilidades económicas que posee. Actualmente, no tiene ni un mísero yen. Y duda que, después de todo lo ocurrido, Denji sea perteneciente de una familia con una vasta fortuna.

—¿Con qué dinero? —Asa estaba a punto de reírse de la ridícula situación, y dicha diversión desaparece al encontrar una respuesta—. No me digas que… ¿lo hiciste otra vez, Denji? ¡¿Robaste?!

Asa esperaba equivocarse, pero cuando captó una moneda rodando por la acera, lleva su mano al rostro, decepcionada, al ver que Denji intentaba también ocultar los billetes que se le escapaban de uno de sus bolsillos.

—¡Estás hambrienta, ¿no?! —Denji le devuelve el grito, sin mostrar signos de arrepentimiento por su decisión—. ¡El idiota de las patillas tiene pasta de sobra!

¡Ladrón! Asa lo acusa mentalmente. Quiere seguir quejándose y culparlo de las recientes desgracias. En realidad, poco le interesaba si andaba robándole a los otros.

Claro, Yoru le está arrebatando, lentamente o muy rápido, la poca autonomía que le resta. Entre tanto, Denji también le ha estado robando, descaradamente, cada partecita de algo más preciado.

Porque es un criminal natural.

Lo hace perfectamente.

Y él es tan despistado que ni siquiera lo sabe.

La Teoría del Caos - Chapter 1 - StrawBerry022 (2024)
Top Articles
Latest Posts
Article information

Author: Laurine Ryan

Last Updated:

Views: 6470

Rating: 4.7 / 5 (77 voted)

Reviews: 84% of readers found this page helpful

Author information

Name: Laurine Ryan

Birthday: 1994-12-23

Address: Suite 751 871 Lissette Throughway, West Kittie, NH 41603

Phone: +2366831109631

Job: Sales Producer

Hobby: Creative writing, Motor sports, Do it yourself, Skateboarding, Coffee roasting, Calligraphy, Stand-up comedy

Introduction: My name is Laurine Ryan, I am a adorable, fair, graceful, spotless, gorgeous, homely, cooperative person who loves writing and wants to share my knowledge and understanding with you.